¿Cómo divulgar el Software Libre sin morir en el intento? (parte 3)
La conclusión de esta saga merece algo de reflexión; No busco extenderme, pero es necesario reconocer que hubo una evolución en la industria, y en mi visión acerca de la problemática.
Luego de más años de los que esperaba, me encontré con la solución al problema en el primer episodio de esta trilogía y, con la respuesta delante de mi nariz, estuve bloqueado algunos años por motivos personales, técnicos y mi perspectiva en aquel momento.
Debo reconocer que empecé a escribir sin imaginar cómo iba a terminar esta trilogía, ya que de antemano sabía que iba a requerir introspección y análisis. También años.
Dicho esto, no quiero sonar repetitivo; creo que es interesante hacer una distinción aquí, entre el Software Libre y el Software de Código Abierto: El Software Libre (en ciertos espacios activistas se identifica Software Libre directamente con Copyleft) es una postura política y filosófica. El Código Abierto, a través de su permisividad, apuesta a la conveniencia y la innovación. El Software Libre es viral por diseño. El OSS (sigla en inglés que usamos para referirnos al software de código abierto) se vuelve viral por utilidad. Cabe destacar que no estoy indicando que uno sea mejor que el otro en ningún aspecto, aunque en Latinoamérica, y especialmente en algunos círculos en los que me he movido en Argentina, las licencias de código abierto, aunque dominantes, son fuertemente cuestionadas frente al ideal del movimiento de Software Libre. Más adelante vamos a debatir esto.
El virus que no contagió
El Software Libre se apoya en un aspecto fundamental que es su ecosistema de licenciamiento. Análogamente a una licencia de conducir, que permite con ciertos condicionamientos desplazarse en una vía pública con un vehículo, el software también viene con un permiso de uso.
Por ejemplo, no es posible estudiar el funcionamiento interno de un iPhone. Y aún así, una parte considerable de la industria de la automatización (industrial y doméstica) se expandió explosivamente gracias al eje del software libre:
Cualquier adaptación de una pieza de software con licencia libre, va a seguir bajo la misma licencia.
A priori esto no resultaría necesariamente problemático, salvo por una sutileza: En la industria las obras derivadas suelen, en términos de licenciamiento, ser cerradas. Esto plantea una incompatibilidad fundamental entre los esquemas de licenciamiento libres y la industria que produce código cerrado (desde Windows hasta Spotify, pasando por Tik Tok, hasta el software que se ejecuta dentro de un tomógrafo).
Entra el código abierto. Con sus licencias permisivas, le permiten a quienes requieran producir obras derivadas, cerrar el código (es decir, que se vuelva imposible, entre otras cosas, mejorar), a la vez que pueden continuar con su propio negocio. Dicho de otra manera, el código abierto está viralizado, por conveniencia, dentro de la industria en general: Discográficas. Bancos. Fintechs.
Hospitales, gobiernos, aeropuertos, autos, satélites.
Pequeños comercios.
Incluso el celular ubicado en el lugar más recóndito del globo va a tener, necesariamente, algún grado de influencia de código abierto, totalmente despojado del conocimiento de usuario, sea que lo acepte, lo negocie o lo niegue.
El código abierto se volvió viral, no por política, sino por arquitectura. Su diseño realizó el trabajo que tantos años los activistas de software libre estuvimos intentando lograr: Hacerlo parte indivisible de la industria y la realidad que nos rodea (Nota del Autor: Esto no es lo único que persigue el movimiento de Software Libre). El idealismo hablaba a las personas; el software habló a la industria.
Hemos ganado la batalla del activismo, al menos en una de las áreas. No nos dimos cuenta de que no fue el activismo el que ganó.
Punto seguido
Esto significa que todos estos años, nuestro foco estuvo errado: Queriendo lograr lo que estaba sucediendo debajo de nuestras narices, nos hemos olvidado de nombrar, visibilizar y darle entidad a nuestro objeto de activismo. El Software Libre, junto con el Código Abierto, se encuentra entre nosotros, pero nadie lo ve. No se observa, porque “Software”, ese patito feo difícil de abordar, se volvió tan imprescindible que pasó a la invisibilidad justo delante de nuestros ojos, y no requiere ni siquiera ser nombrado.
La nueva necesidad es restaurarle su identidad y su visibilidad, pero no desde el software en sí, sino desde la herramienta que se convirtió en actor coprotagonista de nuestras vidas, para con ello, revelar toda la problemática, tensiones y conflictos que hoy no se conocen. Estamos hablando de, como decían por ahí, colarnos por las grietas en un sistema ya agrietado, que abrazó y admitió las licencias abiertas como parte de los engranajes productivos.
Sólo hay que señalarlo y revelar:
Estamos dentro. La gente, lo maneja y listo.
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